lunes, diciembre 31, 2007

Miedo

Todos tenemos nuestros miedos particulares, el mío, ese que termina por marcar una infancia, era sencillo: nunca fui capaz de recorrer con paso tranquilo el pequeño espacio de pasillo, que separaba el salón de la casa de mi dormitorio, sin mirar con semblante adusto y tembloroso rictus el agujero oscuro que conformaba la habitación vacía de mis padres. Sí, ya sé que un froidiano tendría mucho que decir, pero, háganme caso, no era más que el simple miedo a la oscuridad, a lo que se oculta en ella y que, antes, ha nacido en nuestra imaginación. Una de las conclusiones que he podido medio discurrir después de tantos años de afición, es que el miedo no está fuera, para nada, su origen, su esencia, está bien dentro, en la más profundo de nuestro cerebro.
Podría decir que ya no siento miedo, que la oscuridad no me asusta, y es cierto, salvo alguna que otra vez que vuelvo a la casa paterna y debo recorrer ese trecho a solas, en la negrura, de nuevo.
Siempre fui un chico medroso y asustadizo, de esos que se tapaban la cara con un cojín o se escondían debajo de la mesa cuando Ibáñez Serrador alcanzaba a inquietarnos con sus Historias Para No Dormir, o cualquier filme de terror amenazaba mi tranquila existencia de tímido infante… Y quizá sea por eso al reacción posterior; aquel miedo no era sino un germen de fascinación, y ahora, en lugar de esconderme, busco, busco con ansiedad buenas historias de miedo que me impulsen a esconderme de nuevo bajo la mesa.
Por eso les auguro para el año que entra, nuevas y jugosas entradas, reseñas, comentarios…

Feliz año nuevo
Y para empezar dos recomendaciones:

En cine, vean ‘La niebla’ de John Carpenter. Si es posible la edición especial de dos discos que ha salido al mercado recientemente.
Como lectura, por favor, antes de ir a ver lo que se está dibujando en palabras de demasiados críticos una fallida versión del original…. Sí, antes lean la maravillosa ‘Soy leyenda’ de Richard Matheson.

jueves, diciembre 27, 2007

Historias del señor embajador

—Oye, tío. Que el otro día me leí Sleepy Hollow. Y no veas, tío, qué buena.

—Pero qué me dices. ¿Leer? Dirás ver, tío. La peli rara esa del Tim Burton, la del tío que iba por ahí cortando cabezas.


¿Irreal? ¿Ustedes creen? Les recuerdo que vivimos en un mundo donde la cultura popular ha cambiado de sustrato. Estamos en el mundo de la cultura audiovisual, rápida, efímera y superficial. El esfuerzo de profundización que requiere la lectura a veces es demasiado tedioso y comprometedor… pero a lo que íbamos.

Y lo que quería era hablar de Washington Irving, ese maestro del romanticismo nacido en la vieja Nueva York que cabalgaba entre el siglo dieciocho y el diecinueve; abogado, viajero, periodista, diplomático y sobre todo, escritor.

Un olvidado.

¿Acaso piensan que muchos saben que la historia de la que he hablado al principio es suya? ¿Y mucho menos que fue embajador en España y que escribió un maravilloso libro de historias, mezcla de fantasía y folklore, ambientadas en la Granada musulmana llamada Historias de la Alambra?

Recuerdo, y así puedo parecer un viejo cascarrabias anclado en el pasado, recuerdo digo, esas maravillosas tardes de lectura juvenil en las que el viejo Knickerbocker relataba esos cuentos basados en historias populares alemanas, de tipos que dormían cientos de años y otros a los que un jinete sin cabeza perseguía irremediablemente. Me refiero a sus Cuentos del Antiguo Nueva York, una joya, una auténtica joya poco valorada y recordada excepto por dos de sus elementos.

La fantasía en Irving se desliza con el paso sutil de ese romanticismo más elaborado, menos visceral, ligeras gotas de esencia que perfuman el texto.

Lo dicho, que lean a este autor… y, a pesar de lo dicho, no dejen de ver cualquier película de Burton; él no tiene la culpa de que algunos y algunas piensen que Sleepy Hollow sea obra suya.

jueves, diciembre 13, 2007

Historias Asombrosas

Hace unos meses me quejaba yo de la progresiva muerte de las publicaciones periódicas en papel dedicadas al fantástico, alababa el ímprobo esfuerzo de los valientes que todavía aguantaban el tipo e invertían parte de us tiempo y esfuerzo en ofrecernos un lugar donde encontrar nuevo material, material raro y sangre nueva.
Es por ello gratificante anunciar la salida al mercado de un nuevo proyecto: Historias Asombrosas, una publicación trimestral nacida en el seno de la revista digital SciFiWorld, de la mano de David Mateo (Tobías Grumm), lo cual es sinónimo de que encontraremos calidad, mucha calidad.
La revista saldrá a la venta en enero de 2008, tendrá cien páginas... si asómbrense, cien nada menos, y su precio será tan sólo de 3 euros.
Anímense, adelante... ya tardan en reservar su número.

Ver noticia en SciFiWorld

miércoles, diciembre 12, 2007

Los pájaros, en SciFiWorld

Pues eso, todavía no me han echado a patadas del webzine SciFiWorld.
Esta vez los castigo con un comentario de los míos al respecto de la magistral película Los pájaros.
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lunes, diciembre 10, 2007

Historias que hacen que uno se sienta bien

Vuelvo a salirme de la tónica de este blog. Nada de terror, de miedo, nada. Todo lo contrario.
John Steinbeck ha sido siempre uno de mis escritores favoritos. Su obra es una perfecta, simple y hermosa conjunción de los elementos esenciales del alma humana, de la vida misma. Pocos como él son capaces de describir la miseria humana y la alegría de vivir con ese acierto y crudeza. Hay en su obra una punto de fatalismo, un punto de amargura, de desconfianza en la humanidad. Y, periódicamente, de vez en cuando surge una especie de rechazo ante esa visión oscura y desarraigada. Como si el autor necesitara una limpieza interna, desembozar las cañerías de la porquería que las recorre habitualmente
Un ejemplo de esa reacción, son sus obras Cannery Row y Dulce jueves, dos joyas literarias que, aunque quizá no estén a la altura de sus grandes creaciones trágicas: al este del edén, las uvas de la ira, la perla... son soberbias a su estilo.
Y es que en ellas late una alegría de vivir espontánea, una forma de ver la vida optimista, da igual que todo huela a derrota, que los protagonistas sean una cuadrilla de perdedores, unos desarraigados. Hasta de la más absoluta desesperación surge o puede nacer el optimismo y las ganas de vivir.
Esta visión vitalista se trasalda a la versión cinematográfica de estas obras: Destinos sin rumbo, donde vemos a un Nick Nolte en un registro extraño a él.
Les recomiendo que busquen, que se hagan con una copia de esa película, que la saboreen con calma.
Cada vez que me siento decaido, cada vez que la vida se me hace cuesta arriba, busco Dulce jueves -Cannery Row, desafortunadamente es casi imposible de necontrar en español- saco unas horas, silencio y disfruto.

Lean o vean...

miércoles, diciembre 05, 2007

Taponazos de champaña

Uno de los formatos con los que más disfruto de las creaciones de terror, aparte de considerarlo el formato por excelencia, es el del cuento o relato, en cualquiera de sus variantes tanto de longitud, como de estilo. Con el paso del tiempo me he ido creando un gusto, ha ido adquiriendo manías que, a veces, en mi magna estupidez, considero directrices, aunque no sean más que excrecencias de eso llamado gusto o inclinación.

Me gustan sobremanera los relatos sobrenaturales de trama lenta, donde la tensión evoluciona, crece y se mantiene. No acaban de atraerme los cuentos experimentales que juegan con los instintos o los rincones oscuros de la psicología humana, aunque hay excepciones maravillosas. Pero, y lo he comprobado al terminar de releer la antología de Martínez Roca, El festín de las máscaras, cada vez me gustan menos esos relatos que basan su poder de seducción en una sorpresa final, sin más; no me llenna por muy imaginativos que sean, por muy elaborada que aparezca su catarsis… son creaciones que me aburren. Es como si el escritor se viera obligado, en casi todos los casos, a compensar su falta de buen hacer literario, su déficit de estilo, sus carencias lingüísticas, mediante un deslumbrante truco final de prestidigitación creativa.

Para ser un buen escritor de terror no sólo hace falta tener imaginación, empuje, pegada, también, como su propia denominación indica, hace falta ser buen escritor. Y eso se demuestra con un manejo del lenguaje, del tiempo, de la tensión, de los recursos estilísticos.

Cuando termino de leer uno de esos cuentos, como yo los llamo, tipo taponazo de champaña: mucho esfuerzo e ilusión para un sonoro taponazo y un trago que solo tiene burbujas, me encojo de hombros, me pregunto qué ha llevado a ese seleccionador a dejar en la cuneta a algún buen escritor, tantas buenas obras, sólo por ese fugaz poder de fascinación de una bengala tan brillante como perecedera.

Manías de viejo lector.

Manías al fin y al cabo, sólo eso.

El retrato de Jennie, en SciFiWorld

No podía dejar pasar la ocasión de homenajear, de una manera u otra, a una de esas películas que conforman la particular lista que uno tiene de preferencias. Se trata de El retrato de Jennie, una aproximación particular, delicada y acertada al mundo de la fantasía... una fantasía particular, casi cotidiana, donde lo romántico se diluye envolviéndonos.
Como les digo en el artículo al respecto en el webzine, atrévanse, consíganla.
El retrato de Jennie