martes, enero 27, 2009

Básicos del terror: 'El pararrayos' de Melanie Tem

Creo que no hay una pérdida de tiempo más grande que ponerse a discutir acerca de si hay literatura femenina y masculina —escrita por mujeres vs. escrita por hombres—. Sin embargo es algo que se viene haciendo y mucho, da juego, mucho juego. Pero no les voy a hablar de esa consideración particular. No. Quiero hablar de originalidad, de la capacidad de innovar sin necesidad de experimentar hasta quebrar el sentido y la forma del relato de terror. A veces se puede innovar bebiendo en argumentos originales, en visiones de pequeños detalles de la vida cotidiana, pasiones, inclinaciones, vicios, carencias u obsesiones.

Si puede busquen a cualquier precio el relato de Melanie Tem ‘El pararrayos’. Aparece en la antología de terror ‘La piel del alma’ de Lisa Tuttle, Colección Cara Oculta en la editorial Mirach. Es un libro descatalogado, una rareza centrada en el terror moderno en manos de mujeres.
Como toda antología es desigual por naturaleza, muy dependiente de los gustos particulares del lector, pero de partida nos ofrece la perla que quiero comentar aquí.

Originalidad. Es un concepto escurridizo cuando se habla de él, pero claro y distinto cuando se descubre y percibe. Este relato rebosa originalidad en su argumento; es la demostración de que el terror, la inquietud, pueden nacer desde perspectivas insólitas. La protagonista es una mujer que ha nacido par sacrificarse, para evitar el sufrimiento a sus seres más cercanos absorbiéndolo ella misma. Es el acto de amor supremo, primero hacia su padre, luego hacia su marido, por fin hacia su hijo pequeño… una capacidad o don que ha transmitido a su hija.

No voy a adelantar más. Sólo anotar que el trabajo de un autor es explorar, descubrir nuevos nichos, transformar elementos de la realidad cotidiana, no sólo mecánicos, sino fundamentalmente emocionales, reorientarlos para conseguir una innovación y una frescura tan necesarias para la evolución del género literario del terror.

lunes, enero 26, 2009

Calabazas en el trastero: Especial Entierros

Bueno. Otro de mis hijos, del cual me siento especialmente orgulloso, va a salir a la luz en papel en la antología "Calabazas en el trastero".

Aghradecer a los organizadores y antologistas su confianza, y felicitar a mis compañeros.


La primera convocatoria de Calabazas en el Trastero concluyó el pasado 30 de noviembre tras recibirse 36 obras válidas a concurso. De ellas se han seleccionado las siguientes trece que compondrán la primera antología de la colección, la cual llevará por título "Entierros":

...y evitar los malos pensamientos (Manuel Mije)
Certificado de defunción (Manuel Osuna)
Cosecha de huesos (José María Tamparillas)
De cómo el señor alcalde acude al debate nocturno de Budd (Juan de Dios Garduño)
El cruce de la música (Francisco Jesús Franco Díaz)

El tratado de Michael Ranft (Miguel Puente Molins)
Es mi trabajo (Sergio Mars)
La procesión de las plañideras (Jorge Mulero Solano)
Moroaica (Juan José Hidalgo Díaz)
No somos nada (Laura Luna)

Todo es empezar (Pedro Escudero Zumel)
Una tumba vacía (Juan Ángel Laguna Edroso)
Y llorarán por ti (José Ignacio Becerril Polo)



La antología ha sido prologada por el escritor de Nocte Juan José Castillo y lleva portada de David M. Rus.

La organización quiere destacar la elevada calidad de las obras presentadas y agradecer la buena acogida que ha tenido el proyecto. Asimismo, recuerda que ya está en marcha la segunda convocatoria del concurso, cuyas bases podéis consultar pinchando aquí.

Para cualquier duda, está abierto el correo electrónico del certamen (calabazas@abadiaespectral.com) y un foro público que encontraréis pinchando aquí.

martes, enero 20, 2009

'Escalofríos': barato, sencillo... y efectivo

En los tiempos que corren el terror, lo mismo que muchos géneros llamados ‘populares’, ha pasado a poseer como fundamental medio de expresión al cine. Cada medio tiene sus técnicas, sus modos de operar, influenciar y mostrar, su narrativa simplificando. Aunque las bases son las mismas, aquello que nos produce miedo, inquietud, angustia, horror, asco y terror es general, la manera de usar y abordar, puede diferir en su expresión.

De un tiempo a esta parte uno se cansa de ver, cómo en el cine, parece bastar una buena idea y un montón de especialistas en efectos especiales para considerar que se tiene una buena baza de juego; cómo el peso recae en efectismos, en sutilezas tecnológicas y de diseño. (Mención aparte las producciones alimenticias, véase remakes, precuelas y secuelas que ni voy a considerar). Por eso, cuando llaga a mis manos —ojos— una de esas películas cuyo poder de fascinación recae en el guión, en el enfoque, en la simplicidad… y funciona, funciona bien y dignamente, entonces me alegro y me reconcilio y me siguen madurando las ganas de ver más y arriesgarme.

Algo así ha sucedió con ‘Escalofríos’ (Wind Chill) Dirigida por Greg Jacobs e interpretada por Emily Blunt y Ned Bellamy.

Se trata de una simple historia de fantasmas, de venganza y de lugares malditos. Una historia manida, un argumento visitado y revisitado, y que sin embargo, si se sabe manejar, si se innova en la forma de narrar, en la calidad del guión, en la atmósfera, si se retorna a lo sencillo, sin grandes alharacas tecnológicas, entonces, repercute como un martillazo en el espectador.

He repetido la palabra sencillez, y no me cansaré de hacerlo. Me gusta la sencillez en el terror, es un buen camino que hace que sea más simple penetrar en la historia: uno se compara con los protagonistas, rebusca en la memoria los paisajes conocidos que se extrapolan a los mostrados, siente que es más fácil generar empatía, y sobre todo, más fácil dejarse llevar por la suspensión de la incredulidad. En el fondo es seguir ciertas vieja reglas bien descritas por aquellos maestros de la ‘Ghost Story’ y que ya me habrán leído repetidas veces: personajes con los que podamos sentirnos cercanos, escenas cotidianas...etc.

Cuando se elige la vertiente fantástica del terror hay que tener cuidado para no obtener una simple obra de fantasía. Es el terror lo que debe primar, y todo buen autor de tal género debe saber esconder, disimular, minimizar los fastos que cargan en la balanza el peso de lo fantástico en cuanto me refiero a fantástico a la forma de mostrar los acontecimientos, no a los acontecimientos en sí.

Es una buena recomendación, sí, merece la pena perder el tiempo con esta película que ni siquiera se estrenó en los cines y fue a parar a los anaqueles y almacenes de la distribución directa en DVD.

¿Por qué? Por que es lenta, porque no se adapta a las convenciones manoseadas del género, no hay sangre, no hay casi sustos fáciles, escenas visuales aterradoras a cámara ultrarrápida, no hay efectismo hueco…

miércoles, enero 14, 2009

Arquetipos: payasos

Hace unos pocos días, en un programa televisivo dedicado al mundo de lo sobrenatural, ocultos y sospechoso [véase ‘Cuarto Milenio’], se habló de las fobias y miedos que producen algunos objetos cotidianos e inertes: en concreto el tema se centraba en la figura de los payasos.

Apenas nada relevante que destacar, si exceptuamos la impresionante puesta en escena y presentación, en la sarta de obviedades y lugares comunes con las que los comentaristas y el director del programa nos castigaron. Tan sólo la relación entre el hecho de que el muñeco, el payaso, es un ser que usa una máscara, algo que oculta, que no nos deja ver el fondo real de las personas y por ende del universo…

Sin embargo no puede dejar de pensar en ello. La fuerza simbólica del payaso está ahí. En eso tenían razón; es una fuente de miedo e perturbación muy común, demasiado común. Conozco a mucha gente, conocidos, amigos y hasta familiares que sufren esta, si no fobia, al menos sí inquietud. La literatura y el cine (de terror) han explotado dicho símbolo a placer, con mayor o menor éxito.

¿A qué puede deberse, me preguntaba?

¿Máscara? Sí, podría ser una respuesta. La máscara es oculta algo que alguien quiere que no veamos, disimula, cambia el aspecto y por ende la personalidad. Ese alguien quiere engañarnos, y nuestro subconsciente nos impele a temer el engaño, a ser precavidos y preguntarnos por qué, con qué intención se nos quiere engatusar.

Sin embargo se me vino a la mente otra posible causa más centrada en el propio personaje del payaso.

El payaso es la trasmigración del bufón, su evolución histórica. Se le está permitido todo. En cierta manera un payaso no obedece a las reglas, las subvierte con el objeto de hacernos reír. Sí, un payaso destila ternura a través de algunas de sus acciones, pero no olvidemos que él también juego con la crueldad y el dolor, con la falsedad y el engaño. Todos recordamos esos gajs en los que un segundo personaje es objeto de todo tipo de barrabasadas, de acciones que en la vida real estarían mal consideradas e incluso serían reprobables y punibles. Existe una deliberada y rebuscada brutalidad en muchas de estas escenas ‘graciosas’, a lo que se suma esa especie de capacidad mágica para pasar por encima de las reglas materiales (no sólo las morales). Ese espectáculo alimenta y apacigua nuestros impulsos primarios, alimenta nuestro lado oscuro y doma nuestra propia tendencia hacia la crueldad. Por su puesto, en el momento que el espectáculo se acaba, salimos del circo, apagamos el televisor, las reglas vuelve a tomar el control, el exceso y la crueldad están sometidos al imperativo de la convivencia, de la ética.

Pero la figura del payaso sigue ahí, hincada como un paradigma de que es difícil desembarazarse. Y entonces se convierte en un intruso, en un peligroso compañero de habitación que en cualquier momento puede reaparecer, y con él su comportamiento impredecible, sádico y dañino. Es un perfecto foco de miedo, de inquietud, es poderoso, despiadado, habituado a buscar los puntos débiles y aprovecharlos… sólo que cuando está ahí, colgado de la pared de nuestro dormitorio, escondido entre otros peluches, al acecho, su compañero en los juegos macabros es uno mismo y no cualquier otro payaso.

Creo que ahí reside el poder de fascinación del payaso, esa fascinación negativa, claro.

jueves, enero 08, 2009

Un encuentro inesperado

Hay autores que poseen una visión prodigiosa de los hombres, los lugares y la sutil e intensa relación que los enmaraña entre sí, haciéndolos un solo ente. Hay autores con una visión crítica portentosa, capaces de encarar y mostrar la realidad, cruda, sencilla, vital o moribunda, ya sea con una narración dura, precisa y al mismo tiempo llena de armonía, como con otra cristalina, agridulce y optimista.
¿A qué viene esto? Pues a que todo buen lector de buena literatura tiene la nueva oportunidad de echarle la mano a dos maravillosas obras recién reeditadas en español del premio Nobel John Steinbeck. Me refiero y en el orden correcto a “Cannery Row” y su continuación “Dulce jueves”, ambas reeditadas por Terapias Verdes S.L.
Ambientadas en la ciudad de Monterrey, en ellas Steinbeck perfila una épica de la vida sencilla, desquiciada y lúcida de un conjunto de personajes atractivos. Es una narración que flota sobre las hojas, marcada por una ironía constructiva, por un sentido peculiar de la existencia.
No quiero explicar más. Si mi palabra y mi gusto tienen algún valor para alguno de los que lean esto, háganme caso, corran a comprar cualquiera de estos dos maravillosos libros.
Yo he esperado casi diez años para encontrar la primera de estas obras; tuve la suerte d econseguir “Dulce jueves” en una librería de viejo hace ese tiempo. Y desde entonces he corrido como un loco de librería en librería, ya fuera virtual o palpable, sin éxito… sin éxito hasta hace unos días, cuando “Cannery Row” cayó en mis manos temblorosas.
Hay una sensación especial que sólo tenemos los amantes de los libros. Esa que surge cuando descubrimos una joya perdida, un amigo desconocido que nos espera en un estante, silencioso y expectante, sabedor de que el destino lleva preparando el momento tanto, tanto tiempo.
Lean, lean… disfruten.

miércoles, enero 07, 2009

Arquetipos: maternidad

Al creador de historias terroríficas le asiste el derecho de acogerse a cualquier baza para producir el efecto deseado. El terror juega con la base primaria de nuestro cerebro, cumple en mayor o menor medida con ciertas reglas de organización dictadas por la parte más racional y estructurada de nuestra mente. Pero su objetivo es llamar a la puerta de la zona más profunda, en la que reside lo irracional, lo instintivo y lo arcaico. Los arquetipos enraizados en es te nivel interior son el pan nuestro de cada día, y de entre ellos queremos destacar en esta entrada uno que por su particular sentido, en su perversión provoca todavía una más inquietante respuesta emocional en el lector o en el espectador.
Hablamos de la maternidad.
Nada más esencial, nadad más básico, parte fundamental de lo instintivo, de aquello que se fija inalterable en nuestra mente. La maternidad conlleva un de regla esencial: una madre ama y protege a su hijo por encima de todo, hasta por encima de sí misma. Así está codificado en los genes, en las neuronas que evolutivamente son más antiguas; de ahí que la ruptura de esa regla nos conduzca a la confusión y la sorpresa más absoluta. Se trata de la perversión de la regla más vieja del mundo animal, y quizá por eso en el imaginario popular el castigo que se reserva a esta violación sea en extremo escalofriante y perverso. Todo tabú tiene su, llamémoslo castigo, toda contravención de las leyes, sobre todo de aquellas que residen en la cultura popular, posee un castigo admonitorio, un coco preventivo que los creadores de terror han sabido usar.
Es en Centro y Sudamérica donde este arquetipo ha fructificado en el imaginario popular de una forma más terrible, nos referimos a la famosa “Llorona”, espectro irredento y maldito donde los haya. Es un personaje que poco a poco se va filtrando en el imaginario colectivo fuera de su lugar de origen.
Un personaje que creo poco a poco va a ganar relevancia