jueves, octubre 08, 2009

Voces del silencio, de Tabitha King

Hay libros que levantan expectativas, algunos las cumplen, otros lo hacen a medias y, por último, están los que te dejan escaldado en un caso, o simplemente decepcionado por haber perdido el tiempo.

Esto último es lo que me ha sucedido con la lectura de “Voces del Silencio”, de Tabitha King, esposa y compañera de nuestro viejo conocido. No soy de los que exige acción, acción y acción en cualquier creación literaria; no soy de los que andan quejosos porque en un libro de cuatrocientas o quinientas páginas no sucede nada relevante hasta más o menos la mitad, y noten que digo sucede, insisto, sucede; porque aunque no suceda nada, la maestría del autor nos puede seducir igualmente. El problema de esta obra es que, llegados a las doscientas páginas: no ha sucedido casi nada, lo sucedido no aporta atractivo, no hya seducción, y el mundo que la autora se empeña en retratar se desdibuja en una prosa farragosa, en una constelación de detalles sucesivos sin la menor relevancia o interés. Supongo que todo sucede en aras de generar un ambiente, de dotar a la narración de un marco o un espíritu, pero la sensación es la de que solo sucede eso, una puesta en el lugar, sin más, sin entrar en nada, sin ofrecer un universo atractivo, solo las pinceladas en un cuadro de segunda.

Cuando una creación carece de trama definida, cuando es una narración sin argumento, todo autor debe saber que se ha de ganar al lector con más empeño que si así fuera. Hay que ser bueno, muy bueno, para saber hacerlo. Hay obras cumbre de la literatura que funcionan así: “Señor y perro” de Thomas Mann, “Los cantos de Maldoror” de Lautreamont… Obras en las que la trama no es nada, el argumento es inexistente; divagaciones, diríamos, sí, peor divagaciones hermosas, que poseen esencia y contenido, no una mera concatenación de sucesos desdibujados que no conforman nada.

De todas formas, no todo el mundo piensa así, y hay algunas buenas críticas del libro.

Crítica en FantasyMundo

Por lo que quizá, deba volver a enfrentarme a la obra, porque a veces el estado de ánimo del lector puede influir en un primer acercamiento.