miércoles, abril 20, 2011

Versículos prohibidos. Microficciones de NOCTE

De nuevo un grupo de autores Nocteños se unen y sacan a la luz una micro antología centrada en la temática de la Semana Santa: "Versículos prohibidos"

Nuria C. Botey, Ángel Luis Sucasas, Ignacio Cid, Juan Ángel Laguna Edroso, Víctor Conde, Anna Morgana, Roberto Malo, Javier Quevedo Puchal, Roberto J. Rodríguez, Miguel Aguerralde, Ángel Villán, J. E. Álamo, David Jasso, Pedro L. López, Julián Sánchez, Pedro Escudero Zumel.
Portada: José Manuel Nogales

Descargar ficción en 23 Escalones editorial

martes, abril 12, 2011

Una idea brillante...

De vuelta del fin de semana me traigo cansancio, ilusión, libros, nuevos amigos y recuerdos de los viejos de nuevo vistos. Han sido dos días ajetreados, de turismo y cosas que no son turismo, pero que resultan igual de agradables. Antes de nada agradecer a toda esa gente valenciana, de nacimiento y de adopción la acogida que nos dieron a mi mujer, Marimar, y a mí mismo.

Pero esta entrada del blog tiene un propósito concreto. Vamos a ello.

De entre todas las actividades, aquella que disparó mi visita fue la participación en la “Noche terrorífica” de la Almacon celebrada en Alamássera. Allí participaron David Mateo, Juan de Dios Garduño, Andrés Rodrigo, Daqui Gómez,José Miguel Cuesta, José Rubio y yo mismo. En ella estuvimos haciendo disquisiciones acerca del terror en clave generalista y desenfadada… y fue ahí donde, a resultas de un comentario de Andrés, creo que fue Andrés, se me encendió la lucecita.

Hablaban de zombis, digo hablaban, porque a mi el tema no suele decirme demasiado. No me acaban de gustar las novelas o películas centradas en este subgénero; por el contrario, sí me llama la atención el porqué de su éxito, de su boom, las razones que llevan a tanta gente a acoger con gusto eso que a mí no me llama la atención. Normalmente uno especulaba con explicaciones de lo más variopinto. Esas disquisiciones sesudas y algo simples que atienden al lado social: un mundo lleno de zombis como metáfora de la deshumanización, de la normalización y simplificación que la sociedad actual proyecta y contagia a sus individuos; o la vertiente, llamémosla, antropológica, en la que hay una reacción por parte del lector/espectador al ver la pérdida de identidad del individuo zombi como una posibilidad abierta para él mismo… aterradora, cercana.

Y sin embargo, ya digo, fue Andrés el que destapó el tarro de las esencias. Nada de eso. No hay que atender a lo social-metáforico, hay que hurgar menos profundo, hay que ir a la escala más superficial, a las necesidades de evasión, a la zona reptil del cerebro de todo ser humano —exagerando las cosas—. Hay que buscar la explicación en el retrato apocalíptico, o post apocalíptico, de la sociedad.

Hablamos de una sociedad desintegrada, sin trabas legales, éticas o morales, donde todo está permitido. La única regla es la supervivencia: el robo, el asesinato preventivo, la reducción absoluta del ser social y ético… todo está permitido, y no solo permitido, sino que suele ser la mayoría de las veces una necesidad irrenunciable y básica para la supervivencia. Deja de haber ataduras y cada cual es el rector de su propio destino en un sentido absoluto.

El paraíso escapista de cualquier de nosotros, seres alienados, reprimidos, cohibidos, encadenados a un traje de normativas estrecho y sofocante en muchos casos… una nueva utopía pervertida, pero utopía al fin y al cabo, que nos proporciona un escape temporal dentro de las páginas, la pantalla y la imaginación. Donde somos héroes, pero al mismo tiempo villanos sin miedo al castigo o la penitencia. Donde podemos dar rienda suelta a cualquier deseo insatisfecho o coartado.

¿A qué da miedo?

viernes, abril 08, 2011

Camino a Valencia

En breve mi santa esposa y el que suscribe tomaremos el autobús para la tierra mediterránea de las fallas y la Albufera; vivan los tópicos. La excusa, participar el sábado en la noche del terror en la Almacón que se celebra en Almassera, el objetivo real, ver una ciudad que ahcía tiempo tenía ganas de visitar, ver a gente que no tengo el gusto de conocer en persona, y volver a ver a viejos amigos.

Y lo más importante... la cocina valenciana y el mar. Hace demasiado tiempo que no veo el mar, aunque sea el Mare Nostrum, y no el viejo Dios Atlántico al que estoy más acostumbrado.

Bye, bye.

miércoles, abril 06, 2011

"Y pese a todo," de Juan de Dios Garduño

No soy muy aficionado a los zombis. No. Me cuesta, quizá sea una prevención irracional. Lo sé. Eso es lo que me ocurrió con la novela de Juande. La tenía en mente, su fantástico éxito, su concreción como un icono de la literatura fantástica española, pese a quien le pese, un hecho innegable, subrayado por su futura versión cinematográfica.... pero no me atrevía. Hasta que gracias a la encendida insistencia de Fernado Martínez, nuestro querido Fer, me puse a ello.

Puedo decir que me lo leí en un día, que en términos generales me lo pasé bien, en algunos momentos muy bien, aunque no terminó de cuajarme.

Desarrollemos esto un poco: (Hay spoilers, aviso)

La primera mitad del libro es espléndida en su sencillez y buen hacer. No flojea apenas, mantiene la tensión narrativa y plasma a los personajes con gran profesionalidad, trazo fino, aunque no aburrido, con buena mano —la simpleza a veces es una buena herramienta si se usa bien, y aquí está muy bien llevada—; Juande tiene un buen manejo del entorno preciso a la par de no demasiado absorbente. La trama es apasionante, fresca dentro de lo manido que el tema puede ser a primera vista. Lo cual se agradece. La relación de ambos personajes y de ellos con los secundarios, llevada con los flashbacks está bien llevada y no chirría como a veces sucede en otros casos. Es realista y hace que nos sintamos, en cierta manera implicados en la narración, cercanos a los personajes, a sus problemas, a sus emociones.


Segunda parte... a partir del capítulo en que se produce el reencuentro en la amistad... para olvidar. Hay un punzante cambio de registro, de modo de abordar los personajes. Demasiada moralina emocional en algunas ocasiones, tanto que llega a ser sentimentaloide, es como si el autor temiera llevar el mismo tono de antes, como si, inseguro, no se atreviera a cargar esa emocionalidad en los diálogos o en las acciones y tuviera que hacerlo evidente y pastoso. No es que no deba haber emocionalidad, pero la forma en al que aparece, rompe tanto el ritmo como el tono muy bruscamente; da la sensación de haber tirado por el camino fácil, apresurado.

Sobran, a mi entender, un montón de diálogos/monólogos, sobre todo aquellos en los que ambos personajes se ponen a describir la situación política e histórica... son cargantes, fuera de lugar, muy largos (creo que le editor acá debiera haberle cortado las alas, no hablan los personajes, se nota que habla el propio Juande).

En ese segunda parte hasta cambia en muchos sitios el lenguaje, de sencillo, pero preciso y potente, pasa a ser tramposo en algunos casos, débil y poco trabajado en otros., cosas de la prisa, supongo... algo a lo que yo mimso, como autor, a veces también me enfrento La aparición de la mujer en el tramo final es como un grano en la piel, no porque sobre... es un buen prólogo al hecho de que al final aparezcan los supervivientes, sino porque le falta enjundia, es demasiado superficial y apresurada, es un secundario que me hace quedarme con una mueca de extrañeza. Una cosa es apretar el acelerador de los acontecimientos para contagiar el frenesí al lector, y otra muy distinta, apresurarse, no sacarle todo el partido a la situación que él mismo ha generado, y creo que no se lo ha sacado… el libro pedía un final más extenso, no cargarlo todo en el simple enfrentamiento, sino en una cierta dosis extra de drama personal.

No me importa que haya situado la acción en Maine, no me choca, no parece que haya trasladado la forma de actuar, hablar y comportarse de una ciudad española, sino que se ha molestado en darle el tono y la ambientación requeridos.

Quizá le hubiera concedido un poco más de protagonismo a la niña. De la misma forma que se detiene en cómo afecta todo a los dos hombres, sus miedos, sensaciones, alegrías, esperanzas rotas, quizá debiera haber hecho algo similar con la niña: un punto de vista desde la inocencia y el desconocimiento como contrapunto de la pesadumbre y desesperanza que impregna a los dos hombres.

Tampoco me molestan los monstruos. Son el contrapunto dramático necesario, sin el cual la historia no pararía de divagar, es lo que hace que el final se desencadene y los personajes actúan. Aunque los voladores quizá si sobraran.

Creo que si Juan sabe llevar lo que escribe como en al primera parte, sus obras ganarán en fuerza y profundidad. Esa primera parte me hizo pensar en esas novelas profesionales, trabajadas dentro de su aparente sencillez, de esas que no quieren engañar a nadie, que cuentan una historia, una buena historia y lo hacen de una forma natural.

Estaremos atentos s su siguiente obra: "Apuntes macabros"